28 enero 2018

El periódico Página Siete, ha cometido un error con la modificación no razonada del afiche de la película “Las Malcogidas” con los rostros y nombres de prominentes mujeres del partido gobernante, y presentar la misma en su publicación de Alasita.

Tan solo insinuar que una mujer es lo que es, hace lo que hace, dice lo que dice, piensa lo que piensa (aquí cabe un largo etcétera) porque es “malcogida” es ofensivo y, aunque está demostrado que el buen sexo es un componente sustancial de una buena calidad de vida e influye en la animosidad de las personas, su uso despectivo puede reforzar la visión patriarcal, los roles machistas que se asignan a las féminas y la discriminación hacia las mujeres, todavía patentes en nuestra sociedad y en muchos personajes públicos.

Entiendo lo ofendidas que deben estar las mujeres aludidas en el afiche, pues, a nadie le gusta ser insultada gratuitamente. Tienen toda mi solidaridad por ello. Lo que no entiendo es su profunda indignación, más aún si tomamos en cuenta el contexto y que no se ha vulnerado ninguno de sus derechos. Mucho menos entiendo su exigencia de retirar de circulación la publicación y su amenaza de judicializar el asunto porque “todo tiene un límite”.

En general, hacer escarnio de los personajes públicos, especialmente de quienes están ejerciendo el poder, sin importar su sexo, raza, religión, etc., como ya lo han demostrado y sustentando varios estudios históricos y sociológicos, es una necesidad pública que tenía y tiene por función mostrar a cualquier autoridad, por muy poderosa que fuese, que es humano, y no cualquier humano, sino uno del cual todos pueden reírse.

En este sentido, la sátira política hoy es considerada parte de las libertades democráticas. En efecto, la sátira política expresada en verso, prosa, caricatura o composición gráfica es una opinión más; buena o mala, pero una opinión más. Por eso, por muy ofensiva que sea, sancionarla judicialmente sería atentar contra la libertad de expresión. Por supuesto, mantener esta libertad conlleva sus riesgos: habrá quienes hagan burlas y afrentas con tino y pertinencia, y habrá quienes las hagan chapuceras.

Si las sátiras machistas, sexistas y todos los istas que quieran surgen y prenden es porque ya es bueno que las ofendidas lo vayan sabiendo hay una población o segmento de la población que piensa de esa manera y las considera graciosas. El primer ejemplo de esto son las mismas ofendidas, que muchas veces han celebrado las expresiones de este tipo en boca del Presidente o algún otro funcionario gubernamental. El segundo, son la infinidad de tuiteros y facebokeros que han justificado lo hecho por Página Siete recordándoles a las ofendidas su silencio condescendiente cuando este tipo de expresiones lo dicen sus correligionarios.

Así estamos… y ojo, eso no va a cambiar con una o 100 leyes, con uno o 100 procesos judiciales. Cambiará cuando nuestras formas de organización social no exploten a las mujeres y sean más equitativas con ellas. Entre tanto ¿qué hacemos con las sátiras mal logradas? denunciarlas socialmente no en los estrados judiciales o, mejor, replicarlas con inteligencia. Imagínense si las ofendidas en vez de indignarse hubiesen retrucado diciendo que hay "malcogidas" porque como en muchos periódicos hay quienes cogen una noticia y la escriben a medias, o incompleta, o mal, etc. 

Por estos motivos, espero que la amenaza de la diputada Montaño y compañía no se materialice. Si logran judicializar este asunto, las sátiras misóginas, machistas, sexistas van a seguir gozando de buena salud, lo único que van a conseguir es que pasemos a la lista de países donde se sanciona y/o encarcela, sino se mata, a quienes se burlan de los poderosos. Con la ironía de que en esos países son sancionados los artistas de la sátira, y en nuestro país lo serán los inútiles en este arte.

Por Gustavo Rodríguez Cáceres
Cochabamba, 28 de enero de 2018

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