05 marzo 2015

Quiero comenzar esta nota, amiga y amigo lector, advirtiéndole que el riesgo de que le pidan una coima cuando usted esté caminando libremente por las calles o lo detengan para extorsionarlo cuando esté conduciendo su vehículo, aumentará en el país.

Hago esta lamentable previsión, a raíz de que Hugo Moldiz, otrora rabioso y prácticamente irracional opositor a los aparatos represivos del Estado y hoy flamante Ministro de Gobierno, según informa Cambio del 22/02/2015, impulsa que “hasta fin de año, más de siete mil efectivos estarían incorporándose a tareas de seguridad ciudadana en la calle”.

Evidentemente, en la cabeza de Moldiz y de quienes pergeñaron el plan subyace la idea de que más policías en la calle reducirán la criminalidad o mejorarán la seguridad ciudadana. Esta idea no sólo es simplona, sino que denota un desconocimiento absoluto de la actual realidad de la institución policial y su relacionamiento con los criminales.

Es que Moldiz no sabe, por ejemplo, que el objetivo principal de los controles vehiculares, realizados generalmente los viernes, no es para prevenir los accidentes y la criminalidad sino para encontrar algunos infractores a quienes se pueda extorsionar o pedirles una coima. No sabe que cuando uno quiere pagar la infracción y solicita una boleta para tal efecto o pregunta donde puede hacerlo, es el mismo policía que dice “¡Noooo!... muy caro te va salir”.

No sabe que hay policías en las calles interceptado a extranjeros, pobres por supuesto (no a los “de cinco estrellas”), a quienes sin más les piden sus documentos, e incluso teniendo los documentos al día, les obligan a que les “acompañen”.

No sabe que en las carreteras del país, a lado de las casetas de peaje, están policías pidiendo (léase: obligando a dar) “para su coquita”, “para su refresquito”.

Fuente: Pablo Imhoff - 01/05/2013  
Tampoco sabe que hay policías que visitan los prostíbulos, no para evitar la trata y tráfico de personas o intervenir el tráfico de droga, sino para extorsionar a la prostituta o pedir su tajada al proxeneta.

Sólo para terminar, porque la lista de atropellos sería interminable, no sabe Moldiz que los policías incluso extorsionan a quienes están enamorando (léase: amándose) en el lugar más oscuro de una plaza o una calle, so pretexto del “faltamiento a la autoridad” y del “respeto a la moral”.

En fin, todo vale para sacarnos unos pesos. No me digan que sólo son algunos “malos” policías, cuando es vox populi que en relación a estos asuntos, también funciona la cadena de mando, de tal manera que la coima que pide el más simple agente de tránsito beneficie también a alguna instancia jerárquica.

Es cierto que las corruptas son las personas, no las instituciones, sin embargo, la Policía Boliviana parece ser la excepción que confirma la regla.

Además de estos mecanismos de coima y extorsión está la interrelación de la Policía con los criminales o, para ser precisos, la participación de los policías en hechos criminales. En Cochabamba, específicamente en La Cancha (mercado), cuando un policía está persiguiendo a quien ha sustraído una cartera, un celular o unos aretes, tanto los/las vendedoras como los transeúntes no dicen ni asumen que el policía está yendo tras el criminal, sino tras de su parte.

Esta demostración de sabiduría popular, en mi criterio, resume la esencia de la actual relación entre los policías y los criminales. ¿Quién no recuerda los vínculos recientes de algunos Comandantes y Coroneles con el narcotráfico; los sucesos recientes de la cárcel del Abra en Cochabamba?

¿Quién no tiene un pariente o algún amigo que al ser víctima de los monrreros o de los auteros, no se ha visto obligado a “aportar” para que los policías investiguen su asunto?

En este contexto, cinco mil o siete mil policías a la calle no mejorarán la seguridad ciudadana, por el contrario, aumentarán los riesgos para la ciudadanía.

Por este motivo, antes de tomar este tipo de medidas, haría bien el Ministro Moldiz en estudiar todo lo escrito sobre este asunto por su colega Juan Ramón Quintana; o, mejor, haría bien en preguntarle directamente, a ver si coinciden y, ahora que tienen el poder, realmente reforman la Policía Boliviana. ¿O es qué, los estudios y las propuestas de Quintana no tienen ningún valor?

Pido/ruego también que informen adecuadamente a Evo Morales, pues todo indica que el Presidente está más preocupado por el estado físico de los policías, que por los problemas álgidos que plantea la reforma de la Policía Boliviana.

NOTA ACLARATORIA. Algunos de los que han revisado esta nota antes de hacerla pública, me piden señalar que la medida asumida por Moldiz, posiblemente no se deba al “desconocimiento absoluto” de la Policía Boliviana, por el contrario, es más probable que, conociéndola profundamente, corresponda con la intención de fortalecer “el negocio” (léase: mecanismos de extorsión) actualmente existentes en dicha institución
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3 comentarios :

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  2. Muy bien, sabemos que nuestra policía no es la más idónea, pero eso no es el problema; ¿cuál sería entonces la solución? La típica actitud boliviana es criticar sin nunca presentar una alternativa, una solución a un problema planteado. La pregunta sigue siendo la misma ¿cómo generamos mayor seguridad ciudadana? Si puede responder a esa pregunta, habremos dado un paso adelante en lugar de seguir dando vueltas redundando en viejos estereotipos.

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    1. George, los modos de actuar de los policías y los mecanismos institucionales que los generan y los sustentan no son “una imagen o una idea aceptada comúnmente” (estereotipo), son prácticas lacerantes que todos los días las sufren los ciudadanos comunes. Lo grave es, y eso es lo que dice el artículo, que esas prácticas tienden a aumentar, porque el nuevo Ministro de Gobierno y seguramente quienes lo asesoran asumen, erróneamente, que más policías implica más seguridad ciudadana.

      Si bien el objetivo de mi artículo era mostrar esa asunción errónea, concuerdo con usted en que hay que pensar y trabajar en las soluciones. En mi criterio, la principal medida es quitarle poder a la Policía, esto implica, en primer lugar, que algunas de sus funciones sean un servicio civil y no una función policial, por ejemplo, las labores de Tránsito; también implicaría, si me permite el término, “disgregar” la Policía, es decir, que no haya un mando único para todo; y respecto a la seguridad en las escuelas, en los barrios, en las calles, qué mejor que la misma esté a cargo de los propios vecinos, es decir, que con el presupuesto público adecuado, sean ellos mismos los que contraten a los vigilantes de barrios y escuelas, claro, bien remunerados y no como actualmente lo hacen las empresas de seguridad.

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