21 abril 2011

Al ratificar la reducción de las reservas de gas en el país, Carlos Villegas sostenía que era un paso de la “ficción a la realidad”, generalmente sin embargo, es la realidad la que siempre supera a la ficción, es decir, crea y recrea aquello que jamás siquiera habíamos imaginado,  por ello y teniendo en mente la situación de la industria hidrocarburífera boliviana, pienso que es más preciso decir que hemos transitado de la “realidad a la ficción”. 
Carlos Villegas, Presidente de YPFB Corporación
Foto: Reuters, publicada en Emol

Me explico, la realidad boliviana antes de la Guerra del Gas era: Bolivia la “segunda potencia gasífera” del cono sur americano, nadie lo dudaba, ni las Bolsas de Valores donde las empresas petroleras anotaban las reservas a las que tenían derecho en el país, ni las autoridades gubernamentales encargadas de supervisar a la industria, ni la infinidad de analistas y expertos petroleros afines a la inversión extranjera. 

La realidad era que Bolivia tenía tantas reservas probadas de hidrocarburos que ya no era necesario seguir explorando el territorio nacional, por este motivo, las empresas petroleras, en su sano juicio y a su buen entender convencieron a Jorge Quiroga para que promulgará un decreto que las exoneraba de la obligación de perforar un pozo por parcela; tan abundantes eran las reservas de gas que al ritmo de consumo del mercado interno nacional “alcanzarían para 100 años”, ni la exportación al Brasil podría agotarlas, por eso era completamente viable y realista iniciar la exportación hacia California, por supuesto, haciendo una necesaria e inevitable paradita en Chile. 

Toda esta realidad, potente y latente, se debía, a no dudarlo, a la acción de la sacrosanta y nunca bien ponderada inversión extranjera, que habían tenido a bien arribar al país gracias a la capitalización/privatización de YPFB. 

El pueblo boliviano, levantisco e indómito, no sólo amenaza esta realidad sino que con la Guerra del Gas exige que se la cambie. Exigencia que era completamente inaceptable para los inversores extranjeros y sus acólitos nativos que muy trabajosamente habían expulsado al Estado de todas las esferas determinantes de la industria petrolera, inclusive la habían circunscrito a una especie de ornato público denominado “YPFB Residual”. Indudablemente, en esas condiciones y ante esos logros era impensable siquiera ceder un ápice, mucho menos dar paso al anacronismo de nacionalización de la industria petrolera. 

Empero, rechazar las exigencias no era tan fácil, ni los llamados a la seguridad jurídica, ni los alegatos a favor de la inversión extranjera, tampoco las diversas maniobras políticas y mucho menos las balas habían logrado acallar las exigencias, así que había que evitar la confrontación y cambiar de escenario, y qué mejor que los múltiples escenarios de una ficción. 

Así surge el libreto titulado: “nacionalización inteligente”. Esta si es una verdadera ficción, es tan verdadera que no es la nacionalización exigida por la mayoría de los bolivianos, es más y mejor. Es tan “inteligente” que en la nueva Constitución Política del Estado, en las leyes y decretos, en los contratos, en el último papelito y discurso lanzado sobre este tema se señala que los hidrocarburos son del pueblo boliviano, ojo no del Estado, del pueblo; inclusive las empresas petroleras lo repiten. 

El libreto indica también que YPFB Corporación es el actor principal y las empresas petroleras los actores secundarios; señala que la corporación estatal controla toda la cadena productiva, que las empresas no “mueven un pelo” sin autorización de ésta. El libreto cambia los roles, las empresas dejarían de ser las patronas para ser las socias del Estado, así se establece que presentaran sus planes y pedirán permiso para ejecutarlos, aunque, también se cuida puntillosamente que YPFB Corporación no tenga la capacidad ni la potestad de cuestionarlos o rechazarlos.  

Dicen los entendidos que toda ficción tiene que tener un principio de realidad, es decir tiene que ser creíble, para decirlo coloquialmente, tiene que ser una ficción verdadera; esta credibilidad le está faltando a la “nacionalización inteligente”. No, el libreto no es tan malo, lo que sucede es que la puesta en escena ha resaltado todos sus defectos:

1º El escenario no está a la altura de una ficción creíble. A cinco años de la nacionalización, YPFB Corporación, siendo el personaje principal, controla y define sólo sobre el 20% del núcleo principal de la industria.
2º Hay actores que alteran los roles, por ejemplo, el presidente de YPFB en vez de dirigir y encaminar la industria al ritmo de sus ordenes (como debe hacer todo ejecutivo de Corporación que se respete), se ha puesto a rogar a las petroleras para que ejecuten sus planes y realicen inversiones.
3º Los cambios de último momento en el libreto están alterando el objetivo de la historia. 

Que la autoridad máxima del sector hidrocarburífero nacional haya dicho que no va a iniciar ningún proceso por la “manipulación financiera” realizada con la inflación de reservas probadas en el país, muestra que se está protegiendo a quienes se han beneficiado con dicha manipulación y no a los propietarios de los hidrocarburos, que según el libreto original, es el pueblo boliviano. Si el ministro mostrara molestia e iniciara una investigación, tal vez su actuación sería más creíble. 

La verdad, no me importa que esta ficción no sea creíble, es más me alegro que así sea. Lo que me preocupa es que ni los movimientos sociales, ni los sindicatos, ni las regiones, ni los municipios ni las universidades, reclamen ante una ficción tan mal representada y una realidad en la que todavía no se imponen los intereses nacionales.

Por Gustavo Rodríguez Cáceres
Publicado en Hidrocarburos Bolivia el 21 de abril de 2011

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