Al ratificar
la reducción de las reservas de gas en el país, Carlos Villegas sostenía
que era un paso de la “ficción a la realidad”, generalmente sin
embargo, es la realidad la que siempre supera a la ficción, es decir,
crea y recrea aquello que jamás siquiera habíamos imaginado, por ello y
teniendo en mente la situación de la industria hidrocarburífera
boliviana, pienso que es más preciso decir que hemos transitado de la
“realidad a la ficción”.
Carlos Villegas, Presidente de YPFB Corporación Foto: Reuters, publicada en Emol |
Me explico, la realidad boliviana antes de la Guerra del Gas era:
Bolivia la “segunda potencia gasífera” del cono sur americano, nadie lo
dudaba, ni las Bolsas de Valores donde las empresas petroleras anotaban
las reservas a las que tenían derecho en el país, ni las autoridades
gubernamentales encargadas de supervisar a la industria, ni la infinidad
de analistas y expertos petroleros afines a la inversión extranjera.
La
realidad era que Bolivia tenía tantas reservas probadas de
hidrocarburos que ya no era necesario seguir explorando el territorio
nacional, por este motivo, las empresas petroleras, en su sano juicio y a
su buen entender convencieron a Jorge Quiroga para que promulgará un
decreto que las exoneraba de la obligación de perforar un pozo por
parcela; tan abundantes eran las reservas de gas que al ritmo de consumo
del mercado interno nacional “alcanzarían para 100 años”, ni la
exportación al Brasil podría agotarlas, por eso era completamente viable
y realista iniciar la exportación hacia California, por supuesto,
haciendo una necesaria e inevitable paradita en Chile.
Toda esta
realidad, potente y latente, se debía, a no dudarlo, a la acción de la
sacrosanta y nunca bien ponderada inversión extranjera, que habían
tenido a bien arribar al país gracias a la capitalización/privatización
de YPFB.
El pueblo boliviano, levantisco e indómito, no sólo
amenaza esta realidad sino que con la Guerra del Gas exige que se la
cambie. Exigencia que era completamente inaceptable para los inversores
extranjeros y sus acólitos nativos que muy trabajosamente habían
expulsado al Estado de todas las esferas determinantes de la industria
petrolera, inclusive la habían circunscrito a una especie de ornato
público denominado “YPFB Residual”. Indudablemente, en esas condiciones y
ante esos logros era impensable siquiera ceder un ápice, mucho menos
dar paso al anacronismo de nacionalización de la industria petrolera.
Empero,
rechazar las exigencias no era tan fácil, ni los llamados a la
seguridad jurídica, ni los alegatos a favor de la inversión extranjera,
tampoco las diversas maniobras políticas y mucho menos las balas habían
logrado acallar las exigencias, así que había que evitar la
confrontación y cambiar de escenario, y qué mejor que los múltiples
escenarios de una ficción.
Así surge el libreto titulado:
“nacionalización inteligente”. Esta si es una verdadera ficción, es tan
verdadera que no es la nacionalización exigida por la mayoría de los
bolivianos, es más y mejor. Es tan “inteligente” que en la nueva
Constitución Política del Estado, en las leyes y decretos, en los
contratos, en el último papelito y discurso lanzado sobre este tema se
señala que los hidrocarburos son del pueblo boliviano, ojo no del
Estado, del pueblo; inclusive las empresas petroleras lo repiten.
El
libreto indica también que YPFB Corporación es el actor principal y las
empresas petroleras los actores secundarios; señala que la corporación
estatal controla toda la cadena productiva, que las empresas no “mueven
un pelo” sin autorización de ésta. El libreto cambia los roles, las
empresas dejarían de ser las patronas para ser las socias del Estado,
así se establece que presentaran sus planes y pedirán permiso para
ejecutarlos, aunque, también se cuida puntillosamente que YPFB
Corporación no tenga la capacidad ni la potestad de cuestionarlos o
rechazarlos.
Dicen los entendidos que toda ficción tiene que
tener un principio de realidad, es decir tiene que ser creíble, para
decirlo coloquialmente, tiene que ser una ficción verdadera; esta
credibilidad le está faltando a la “nacionalización inteligente”. No, el
libreto no es tan malo, lo que sucede es que la puesta en escena ha
resaltado todos sus defectos:
1º El escenario no está a la
altura de una ficción creíble. A cinco años de la nacionalización, YPFB
Corporación, siendo el personaje principal, controla y define sólo sobre
el 20% del núcleo principal de la industria.
2º Hay actores que
alteran los roles, por ejemplo, el presidente de YPFB en vez de dirigir y
encaminar la industria al ritmo de sus ordenes (como debe hacer todo
ejecutivo de Corporación que se respete), se ha puesto a rogar a las
petroleras para que ejecuten sus planes y realicen inversiones.
3º Los cambios de último momento en el libreto están alterando el objetivo de la historia.
Que
la autoridad máxima del sector hidrocarburífero nacional haya dicho que
no va a iniciar ningún proceso por la “manipulación financiera”
realizada con la inflación de reservas probadas en el país, muestra que
se está protegiendo a quienes se han beneficiado con dicha manipulación y
no a los propietarios de los hidrocarburos, que según el libreto
original, es el pueblo boliviano. Si el ministro mostrara molestia e
iniciara una investigación, tal vez su actuación sería más creíble.
La
verdad, no me importa que esta ficción no sea creíble, es más me alegro
que así sea. Lo que me preocupa es que ni los movimientos sociales, ni
los sindicatos, ni las regiones, ni los municipios ni las universidades,
reclamen ante una ficción tan mal representada y una realidad en la que
todavía no se imponen los intereses nacionales.
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