Quiero empezar este artículo, amiga y amigo lector, invitándoles a calcular el total de sus ingresos familiares por mes y dividirlo por el número de personas que conforman su familia.
Si el resultado es menor o igual a 401 Bs. (57,6 $US), usted ingresa en el segmento denominado “pobreza extrema o indigencia”; si el resultado se sitúa por encima de este nivel pero es igual o menor a 759 Bs.(109 $US) usted clasifica en el segmento de “pobreza moderada”; ahora, si el resultado se sitúa por encima de los 709 Bs. usted clasifica como “no pobre”. Para el área rural esas líneas de pobreza son menores: 315 Bs (45 $us) para pobreza extrema y 553 Bs (79 $us) para pobreza moderada.
Dicho de manera un tanto más técnica: están en “pobreza extrema” quienes no tienen ingresos suficientes —es decir, esos 401 Bs— para adquirir una “canasta básica de alimentos”; canasta que se define como el “conjunto de productos que son suficientes para proporcionar una ingesta adecuada de calorías, proteínas y otros nutrientes, dada la masa corporal promedio de los individuos y su actividad física”. A su vez, están en “pobreza moderada” quienes no logran cubrir el precio de una canasta básica más los “principales bienes y servicios no alimentarios” que, en términos monetarios, son todos aquellas personas que disponen entre 402 - 759 Bs mensuales.
Ahora, cuando los funcionarios gubernamentales señalan que en el periodo 2006 - 2015 más de dos millones de personas han dejado la “pobreza extrema”, o que ésta se ha reducido del 37% al 17%, lo que en realidad están diciendo es que esas personas obtienen un ingreso superior —aunque sea en un centavo— a 401 Bs. Lo mismo acontece cuando indican que la “pobreza moderada” ha reducido del 59% al 39% en el mismo periodo.
Seguramente, los números que presenta el gobierno están respaldados por las Encuestas de Hogares y por el último Censo. Pero, lo que no tiene respaldo —ni lógico, ni conceptual, ni empírico— es asumir que en la Bolivia de hoy una canasta básica alimentaria mensual puede adquirirse con 401 Bs; o que esa canasta más los principales bienes y servicios no alimentarios pueden adquirirse con 759 Bs.
Contrastar el precio de una canasta básica con los ingresos mensuales de una persona es un método válido —de los muchos que hay— para diferenciar los pobres de los no pobres, y determinar los grados de pobreza. Sin embargo, los problemas con este método surgen si se disminuye o exagera los componentes de una canasta básica, y también si se infravalora o sobrevalora el precio de esa canasta. La definición de "pobreza extrema", por ejemplo, restringe la canasta solo a los alimentos, como si para vivir o dejar de ser pobre bastaría con alimentarse; la definición de "pobreza moderada", aunque un poco más completa, igual deja por fuera componentes como la calidad del techo, transporte, educación, salud, comunicación, cultura, etc.
En nuestro país, además de aceptar y aplicar sin la más mínima consideración crítica ésta forma de definir la pobreza, es claro que se está asignado a la canasta básica alimentaria, así como a los bienes y servicios no alimentarios, un valor muy por debajo del valor real de los mismos. Así, lo que en realidad están haciendo los economistas del gobierno no es eliminar la pobreza, sino ocultarla.
Estoy seguro que más de un obtuso funcionario del Instituto Nacional de Estadística (INE) o de la Unidad de Análisis de Política Económica (UDAPE) y, por supuesto, del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas (MEFP) están convencidos de que la forma en la que miden la pobreza es la mejor y que la canasta básica de alimentos no está infravalorada. Pues bien, habrá que pedir a estos funcionarios, que hagan el intento de alimentarse un mes con 401 Bs o incluso con 759 Bs. Haber si después de ello, en vez de ocultar la pobreza, son capaces de hablar en serio de la misma.
En nuestro país, además de aceptar y aplicar sin la más mínima consideración crítica ésta forma de definir la pobreza, es claro que se está asignado a la canasta básica alimentaria, así como a los bienes y servicios no alimentarios, un valor muy por debajo del valor real de los mismos. Así, lo que en realidad están haciendo los economistas del gobierno no es eliminar la pobreza, sino ocultarla.
Estoy seguro que más de un obtuso funcionario del Instituto Nacional de Estadística (INE) o de la Unidad de Análisis de Política Económica (UDAPE) y, por supuesto, del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas (MEFP) están convencidos de que la forma en la que miden la pobreza es la mejor y que la canasta básica de alimentos no está infravalorada. Pues bien, habrá que pedir a estos funcionarios, que hagan el intento de alimentarse un mes con 401 Bs o incluso con 759 Bs. Haber si después de ello, en vez de ocultar la pobreza, son capaces de hablar en serio de la misma.
A ustedes, amigos lectores, no les voy a pedir que intenten alimentarse con 401 Bs al mes, aunque sí valdría la pena que hagan el ejercicio en el papel, no ya para convencerse de lo errados y ridículos que son los parámetros de pobreza aplicados en el país, sino para dimensionar lo vacía que es la jactancia con que Evo Morales, Álvaro García y el cáfila de funcionarios gubernamentales sostienen que en Bolivia se está venciendo a la pobreza.
He intentado calificar este proceder gubernamental, pero la indignación que siento por la forma en que los funcionarios gubernamentales han estado tratando, informando y —por qué no decirlo— engañando sobre este asunto, hace que solo se me ocurran adjetivos calificativos de grueso calibre. ¿Cómo lo calificarían ustedes, amigos lectores? Por favor, dejen sus sugerencias en los comentarios.
Escrito por Gustavo Marcelo Rodríguez Cáceres
Cochabamba, 20 de noviembre de 2017
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