Por Gustavo Rodríguez Cáceres
Se dice que un
burócrata del Estado es insensible, esto es cierto cuando se trata de
las personas a quienes tiene que servir. Pero, aunque usted no lo crea
amable lector, un burócrata estatal también tiene sentimientos e
ideales, cuenta con un sentido de vida, tiene algo que lo mueve y
conmueve, en una palabra, tiene corazón. Sin embargo, a diferencia del
común de la gente, un burócrata tiene todo esto en un solo lugar: en su
bolsillo. Sí, justo allí donde golpeó duro el Decreto Supremo Nº 28609
que obliga a la rebaja de sueldos en el sector público.
Recorte del Decreto Supremo Nº 28609 del 26 de enero de 2006 |
Si
bien el decreto afecta sólo a la elite de la administración pública, el
golpe caló hondo en todos los empleados estatales. No era para menos,
cuando se trata temas del corazón, sea por amor, salud o, como en este
caso, el bolsillo, la cuestión requiere una alta sensibilidad y unidad
de cuerpo.
Es
cierto que la medida no ha sido estudiada. Ya lo indicaba mi amigo
Jaime Duran Chuquimia, en un artículo publicado con anterioridad al
decreto y escribiendo desde lo más profundo de su corazón, recomendaba,
que antes de rebajar o aumentar sueldos en la administración pública
debería valorarse los cargos y asignar una remuneración de acuerdo al
trabajo desempeñando; que la persona designada lo haga bien o mal es
otro cantar.
¿Cómo valorar un cargo?
Existen
dos formas de valorar un cargo. Las mentes más brillantes que han
dirigido este país los últimos 25 años, han defendido hasta el hastío,
el pensamiento económico neoclásico, según el cual los salarios se
establecen en el mercado, dados por el punto de equilibrio entre oferta y
demanda de trabajo. No otro es el trasfondo de la libre contratación en
el polémico 21060. Sin embargo, nuestros popularmente llamados
neoliberales, no han aplicado ese criterio en la administración pública.
Por el contrario, como se trataba de repartir pegas y devolver favores,
qué mejor que hacerlo con buenos sueldos.
Para
mi gusto, es más útil el planteamiento de Marx en torno a los salarios;
él sostenía que la Fuerza de Trabajo debía valer lo que se gasta en
reconstituirla, es decir, lo que hoy llamamos una canasta familiar. Aquí
no debe olvidarse el otro lado de la medalla, que la fuerza de trabajo
siempre produce más valor que el que ha costado reproducirla. Sé que
estoy extrapolando demasiado el concepto al aplicarlo al sector no
productivo, pero simplemente permítanme imaginar que un empleado estatal
pueda aportar al Estado y a la sociedad más de lo que recibe de ella.
Simplemente una utopía.
Aparte
de los criterios mencionados, otra forma de valorar cargos, creo que
pecaría de subjetivismo. ¿Qué indicadores se medirían? El significado
del puesto para el país, su importancia en la articulación social,
económica o institucional. Seguro que el Estado puede gastar, una vez
más, ingentes recursos, inventando parámetros para "valorar cargos",
pero, desde mi punto de vista serían esfuerzos vanos. No nos engañemos,
sabemos que en la administración pública existen los parámetros, pero
estos no tienen nada que ver con indicadores de calidad, sino con el
partido político, el "cuateo" o, peor, con el tamaño de la minifalda.
Como
en el país no existen las condiciones materiales que nos permitan
aplicar el criterio marxista, considero que la mejor manera, de valorar
los cargos de la administración pública, es el mecanismo del mercado. En
este caso, por cuanto dinero se está dispuesto a realizar una tarea de
Ministro, Viceministro, Director, Jefe de área, etc. De actuar así con
seguridad que habría muchas personas dispuestas a trabajar por mucho
menos de lo que actualmente se paga en la administración publica. Para
comprobarlo, bastaría una pequeña encuesta a todos aquellos que hoy día
están rondando los ministerios.
Evidentemente
estoy a favor de la rebaja de sueldos aprobada por el gobierno del
Presidente Morales, estoy seguro que la administración del Estado
Boliviano puede salirnos más barato. Se necesita gente eficiente y de
calidad objetarán algunos, pamplinas, manejar un Estado como el
boliviano, que no debe ser más grande que un barrio de Sanghai, no es
ninguna ciencia. Además, ¿Cómo puede asumirse que los que aceptan una
remuneración menor, necesariamente son ineficientes o incluso corruptos?
"Si no estás en el presupuesto, no existes"
Otra
de las razones por las cuales apoyo la medida, es porque el Estado
distorsiona el mercado de trabajo (en esta idea estoy en deuda, una vez
más, con Jaime Duran), y eso afecta directamente al aparato productivo y
al desarrollo de la economía. Dejando de lado los datos estadísticos,
permítanme poner un ejemplo de la vida cotidiana.
Los
dos últimos años he tenido oportunidad de alternar mi vida laboral
entre La Paz y Santa Cruz, lo que me ha permitido observar que en Santa
Cruz mis colegas, amigos y conocidos andan preocupados de generar
empresas, de producir y exportar. En cambio, mis conocidos en La Paz,
invariablemente, están tras una "peguita" en algún ministerio o en la
municipalidad, sino tras una consultoría, en fin, todos están tras el
Estado y ninguno en ánimos de invertir y correr el riesgo de generar una
empresa. Es más, las pocas iniciativas que se encuentran y generan
alguna empresa, lo hacen alrededor de prestarle un servicio al Estado.
¿A
qué se debe este contraste? Simplemente a la diferencia de sueldos que
existe en la administración pública en función a las regiones. Véase el
caso del Servicio Nacional del Sistema de Reparto (SENASIR), en esta
institución un Administrador Regional sea de Santa Cruz o Cochabamba
apenas cobra un sueldo de Bs. 5.500, los de los otros departamentos
mucho menos. En cambio en La Paz, un Director de lo que fuera, cuya
única diferencia es ostentar ese rotulo que dice "nacional" recibe un
emolumento de Bs. 13.000. Con seguridad que esta situación se repite en
otras instituciones estatales, pero ese no es el tema aquí.
Claramente
se puede deducir del ejemplo, que en Santa Cruz no existe incentivos
para asirse del Estado, al contrario que en La Paz, donde el mercado
laboral está distorsionado por el gobierno. Siento decirlo, pero La Paz
es una ciudad de burócratas, sí de esos a quienes ha afectado
directamente el D.S. 28609. No en vano uno de los dichos más populares
entre los paceños reza: "si no estás en el presupuesto no existes".
Tengo
la esperanza de que esta rebaja de sueldos desaire y desanime a muchos
burócratas y estos efectivamente renuncien como han dicho algunos
anuncios. Así estos tendrán la oportunidad de aplicar toda su
"capacidad" e "inteligencia" en la creación e impulso de iniciativas
productivas.
Por
último, es cierto que la medida no ha sido estudiada ni se han
contratado a consultores que hagan el estudio y nos recomienden cuanto
se debía rebajar los salarios. Simplemente ha sido un t'inkaso (aducción
sería el sinónimo para la gente que prefiera un término más académico)
del Presidente que ha sabido recoger el sentimiento del pueblo. Lo único
que recomendaría es que la rebaja de sueldos llegase hasta un nivel 8 y
no solamente hasta el 4 como está estipulado en el decreto. Por otro
lado y recordando la ley de Malthus, muy utilizada por el pensamiento
económico clásico, que decía que cuando un salario está por encima del
nivel de subsistencia la población tiende a aumentar y viceversa,
recomendaría establecer un "salario de subsistencia" en el sector
público, para así siempre contar con la burocracia mínimamente necesaria
y no más.
Publicado en Bolpress el 01 de febrero de 2006
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